La mujer más vieja del mundo,
la negra
nacida esclava,
que padeció castigos,
vejaciones,
el tormento del cepo,
pide cumplir
un último,
un íntimo deseo,
emblema de su alma:
ver el mar.
Y allá va
seguida
de un alegre cortejo
de hombres jóvenes
que se mueven
como en una película muda
en blanco y negro.
La esclava, ahora vieja liberta,
la negra
mínima, agudísima, encorvada,
la mujer más vieja del mundo
llega al mar
y lo oye,
y lo aspira
y sumerge sus negros pies en esa espuma
y ella,
que es en ese instante el universo,
dice:
hasta aquí he llegado.
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